En mi anterior columna aludí a las dificultades del vivir en Buenos Aires. Sobre todo para salteños acostumbrados a la naturaleza y a una cierta paz social no exenta de tensiones. Quisiera hablar hoy de algunas de las ventajas de Buenos Aires. Más precisamente, de un par de acontecimientos positivos que me tocó vivir.
El primero, tiene que ver con una conferencia que en la Escuela de Posgrado Ciudad Argentina diera José Manuel de la Sota, ex gobernador de Córdoba y ex embajador argentino en Brasil.
Sin pretender reproducir ni glosar aquí todas sus ideas, me limitaré a comentar su exposición acerca del futuro de las relaciones entre la Argentina y Brasil, centrada en la emergencia de nuestro vecino como una potencia mundial que, además, ha logrado reducir sustancialmente la pobreza y la exclusión.
Tan auspiciosa emergencia constituye una fuente de grandes oportunidades para la Argentina.
Como sabemos, la historia mundial está llena de ejemplos de países que supieron engancharse a locomotoras vecinas para crecer y ganar en cohesión social. Dicho en otros términos: Contar con un vecino poderoso ayuda a progresar, a condición de que ambas naciones quieran cooperar y tracen vías para recorrer juntos el futuro inmediato. Fue, por ejemplo, el caso del ingreso de España al espacio económico y político liderado por el eje franco-alemán.
El amplio conocimiento que José Manuel de la Sota tiene del mundo y de nuestra América, le sirvió para deslizar una fuerte advertencia. Si de aquí en más la Argentina hace bien las cosas, podrá tejer con Brasil una relación parecida a la que tienen Canadá y los EEUU, y obtener beneficios mutuos similares.
Por el contrario, si perseveramos en los errores, nuestro destino se parecerá más al del México contemporáneo amenazado hoy por tragedias de diverso signo.
Vale decir que nuestra vecindad con la locomotora brasileña puede ser fuente de oportunidades de bienestar colectivo. No obstante, podríamos también perdernos en el camino de la irrelevancia. En este sentido, se abren entonces ante nosotros tres caminos alternativos: Generar relaciones constructivas con Brasil; Perseverar en el aislacionismo y en la autarquía; o elegir aliados internacionales con los cuales solo podemos compartir conflictos y la decadencia de las formas republicanas.
El segundo de los acontecimientos positivos a los que quiero hoy referirme, tiene que ver con lo que podría llamar el descubrimiento intelectual de Edgar Morín y de su obra acerca del pensamiento complejo. Una obra que, sin duda, ha revolucionado ya la forma de pensar los fenómenos sociales y, también, la política: Permítanme recomendar aquí a quienes en Salta se interesan por la política y por el futuro la lectura de su libro “¿Hacia el abismo?” que recoge breves ensayos de enorme actualidad y de provecho para los pensadores salteños.
Para aquellos que pregonan la bondad invariable de los jóvenes políticos y, de paso, alientan la jubilación forzosa de los mayores, permítanme recordar que Edgar Morín acaba de cumplir 89 años y sigue asombrando al mundo con su producción intelectual.
(Para FM Aries)
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