Continuando con mis comentarios acerca de los cambios ocurridos en ciertas costumbres, me referiré a otras novedades centradas en lo cotidiano.
Así por ejemplo, los antiguos cafés masculinos de luz mortecina en donde sólo se hablaba de política y de mujeres, están siendo reemplazados por relumbrantes establecimientos mixtos o reservados para determinadas preferencias; hay cafés financieros (donde se compran y venden dólares o pesos bolivianos); bares al paso especializados en panchos gigantes; refugios artísticos a donde acuden jóvenes poetas y señoras dedicadas a la pintura; bares de citas a ciegas o previamente concertadas.
Los espectáculos musicales han estallado en variedad y heterodoxias. Si en el pasado quién quería escuchar música debía ir, en familia o acompañados, a la orillita del canal o a la Peña Los Troncos centrados en el folklore local, hoy los salteños pueden disfrutar de SHAKIRA, bailar tangos y pasodobles, escuchar rock en todas sus versiones. Incluso los otrora sórdidos hoteles por hora, cuentan modernamente con música a elección.
Al antiguo y brillante monopolio del maestro Martín Salazar al piano y de Alberto Ruiz cantando boleros ("Angelitos negros", por ejemplo), ha sucedido una pluralidad no exenta de diletantismo o, incluso de mal gusto. Estos cambios permiten, por ejemplo, que desertores de la chacarera, nacidos en Cerrillos, se vistan prolijamente de mexicanos y animen fiestas cantando corridos y chamamés.
A su vez, el amor sincero y el mercado del amor, mueven millones. Si bien hay todavía algunos pisitos puestos por MAPLE, la hotelería pasional exhibe una oferta inagotable y al alcance de todos los bolsillos. Las florerías no cesan de atender pedidos de amantes delicados que todavía expresan su delirio con rosas y orquídeas. La maca, que causa furor en la vieja Europa, entusiasma también a atildados caballeros que transitan una desconocida tercera edad.
Donde las cosas parecen seguir como siempre es en esto del carnaval. Las tradicionales carpas entusiasman todavía, como ámbito para el desenfreno, el equívoco juego con harina, alquitrán, pinturas y líquidos nobles e innobles. En febrero y marzo el Diablo sigue haciendo su agosto y alimentando la bomba demográfica. Los intendentes municipales siguen sacando rédito a la sed de fiesta de sus atribulados votantes y montan corsos eternos, reparten vino y papel picado gratis, contratan copleras y candomberas del río Salí, como antes traían a la espléndida "Chiquita" Saldí y sus deslumbrantes "hot-pants".
Sin embargo, hay una novedad: maduros caballeros, antiguos donjuanes, se han dado a la tarea de convocar muy privados carnavales venecianos en el extremo norte del Valle de Lerma. Allí concurren damas mayores, encapuchadas imitando a pícaras gatitas, como en los tiempos en los que se bailaba castamente en los salones de Gimnasia y Tiro, de la Española y del Patito.
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