La Argentina se acerca al bicentenario de su nacimiento como nación. Siguiendo la rutina de siempre, los discursos escolares y las arengas agotarán las evocaciones patrióticas.
Nuestra ciudad se poblará de escolares y de gauchos engalanados. Las autoridades, magníficas y sonrientes, se exhibirán ante el pueblo llano. Las colectividades desfilarán con sus banderas y trajes típicos. Las fuerzas armadas y de seguridad mostrarán su bizarría. Los vendedores de escarapelas harán su agosto.
Mientras todo esto sigue un guión resabido, los argentinos reflexionamos sobre nuestro futuro. Desordenadamente en la campaña electoral. Serenamente en el interior de nuestra conciencia cívica, en familia, en círculos o leyendo.
Por estos días he revisado dos documentos históricos, y asistido a tres interesantes intercambios de alto valor intelectual.
Los documentos, de sorprendente utilidad presente y futura, son: el “Modelo argentino para el proyecto nacional” escrito por Juan Domingo Perón en 1974; y, los trabajos del “Consejo para la Consolidación de la Democracia” que -a mediado de los ochenta- alentó Raúl Alfonsín.
Los intercambios de ideas a los que me refiero tienen sus sedes en el Posgrado Internacional que organizan en Bueno Aires las Universidades del Salvador y Carlos III (Madrid); en la Mesa para el Consenso Republicano, que acaba de publicar coincidencias llamadas a influir en nuestro inmediato futuro; y, por último, en la Fundación COPAIPA, donde se reflexiona acerca de un proyecto estratégico para Salta y su región.
O sea, que no todo sucede en los programas cómicos de la televisión.
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