De un tiempo a esta parte, la idea de la concertación ronda en la cabeza de muchos políticos argentinos. Sin embargo, nadie ha logrado traducirla en acuerdos concretos.
En realidad, nuestra cultura política, en sus capas más profundas, privilegia los radicalismos, las intransigencias, las vocaciones hegemónicas.
La concertación democrática reclama códigos, buena fe, talante negociador, y rechaza la supremacía del interés mezquino, la táctica del golpe de mano, la manipulación del adversario.
No hay concertación posible allí donde quién gobierna descalifica a la oposición o pretende someter a empresas y trabajadores. No la hay tampoco donde cualquier concesión es vista como una dejación de la autoridad.
El reciente y frustrante diálogo del Gobierno de la Nación con los representantes del campo, es una buena muestra de lo que no debe hacerse si se desea sinceramente alcanzar acuerdos constructivos.
No solamente por la mora del Gobierno en convocar a la Mesa de Enlace, sino por su decisión de presentar una propuesta cerrada, con un “esto es lo que hay”, mas allá de que esa propuesta contuviera algunas pocas de las medidas sectoriales que viene reclamando el campo.
Los desbordes de la Unión Obrera Metalúrgica y, en paralelo, la cerrazón del sector empresario que hasta haco poco integró la coalición gobernante, son otros tantos ejemplos de desconocimiento en materia de consenso y de sus ceremonias.
Los Consejos Económicos y Sociales, como explicó Dr. Santos Jacinto Dávalos en su reciente conferencia en COPAIPA, plena de brillo y erudición, son alternativa institucionl válida para generar consensos.
Pese a ello, los Gobiernos nacional y provincial demoran su puesta en marcha o imaginan diseños que les garanticen el control sobre estos institutos de rango constitucional.
(Para FM Aries)
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