Antes de comenzar mi breve charla de hoy quiero agradecerle la oportunidad que me brinda de llegar a su calificada audiencia.
El tema elegido es un poco pretencioso y tiene que ver con el futuro de Salta. Con nuestro futuro.
Mi generación conoció y vivió en una Salta pobre y fraccionada en estamentos generalmente enfrentados. Unas veces por la distribución de recursos singularmente escasos. Otras por enconos políticos y, como no, por cuestiones simbólicas relacionadas con los rangos sociales.
Esta visión condicionó y, en ciertos casos, aún condiciona nuestras posiciones de cara al presente y al futuro.
Venimos, quizá muy lentamente, construyendo las ideas que reemplazarán a aquellas consolidadas en los años 60 y 70.
Es probable que mayoritariamente coincidamos ahora en nuestra vocación de convivir en paz y en libertad, y dentro de una sociedad en donde las oportunidades se distribuyan equitativamente.
Sin embargo, resabios de odios políticos y de enconos sectarios, la existencia de círculos de poder que miran con desden las libertades cívicas, y la elevada cantidad de salteños que viven en la pobreza, están dificultando la construcción de aquella comunidad libre y socialmente cohesionada que aspiramos construir.
Tenemos, en este sentido, muchas asignaturas pendientes.
Me atrevería a dejarlas aquí enunciadas:
A mi modesto entender, la calidad de nuestras instituciones deja mucho que desear. Los mecanismos de control del poder no funcionan adecuadamente. Los principios republicanos aparecen diluidos. Y, como si todo esto fuera poco, padecemos la crisis del federalismo a manos de un poder férreamente unitario.
Nuestro entorno vital, nuestra riqueza urbana, nuestros recursos naturales (el agua, los bosques, y los hidrocarburos, entre otros) son, desde antaño, objeto de una gestión negligente que, en ocasiones, tolera verdaderas depredaciones.
Con más de la mitad de nuestra población viviendo por debajo de la llamada “línea de pobreza”, Salta es un territorio socialmente inestable e injusto.
Aquellas tres lacras (democracia con déficit republicano y federal, mala gestión de nuestros recursos naturales y pobreza) venían siendo hasta aquí padecidas como inevitables.
Sin embargo, la revolución que se ha producido a escala global en el mercado de alimentos y de combustibles, nos abre a los salteños una oportunidad extraordinaria para resolver aquellas asignaturas pendientes y para avanzar en la dirección de libertad e igualdad que soñamos.
Nadie piense que transformar aquellas oportunidades en concretas realidades es obra de no se qué providencia.
Podemos, pero a costa de grandes, sostenidos e inteligentes esfuerzos.
Las oportunidades abiertas por la soja, el trigo, la caña de azúcar, la minería, el turismo y los hidrocarburos, demandan la conjunción de esfuerzos que reemplacen los odios por la tolerancia; que generen un clima de estabilidad favorable a las inversiones; que las instituciones políticas funcionen de modo transparente y democrático; que nuestros intelectuales se abran a los nuevos tiempos; y que nuestros empresarios y sindicatos tengan comportamientos socialmente responsables.
8 de septiembre de 2008
(Para FM Aries)
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