Salta, aunque no se recuerde a menudo, fue un territorio propenso a las migraciones y, con ellas, al mestizaje.
Antes y después de Colón nativos salieron en busca de mejores horizontes; y cientos de miles de extranjeros, por idénticos motivos, hicieron el camino inverso.
Nuestros antepasados y muchos contemporáneos conocieron exilios y sufrieron destierros consecuencias de la intolerancia política.
Otros miles de salteños emigraron y emigran por razones económicas. Cuando no por pura curiosidad y ganas de cambiar de aires.
Entre los años 50 y 70 fue aquella intolerancia la primera causa del movimiento migratorio desde Salta.
Desde entonces hasta aquí, las salidas obedecieron a causas económicas. Algunos triunfaron. Otros tuvieron peor surte y debieron retornar.
Pese a todo esto, no existe entre nosotros una verdadera cultura migratoria. Menos aun, políticas de asistencia y ayuda a los salteños en el exterior.
En general, oscilamos entre la curiosidad por lo exterior, y esa suerte de patriotismo que lo desdeña.
A raíz de los años que viví en España, muchos amigos me preguntan por las posibilidades existentes, hoy por hoy, en España y, por extensión, en Europa.
La mayoría luce escasamente informado.
Pese a las facilidades que brinda Internet, los salteños que piensan en emigrar tienden a omitir el estudio sosegado de la situación del país de acogida.
Esta omisión, inevitable en los años 70, cuando la revista Hola, las charlas con nostálgicos españoles residentes en Salta, los libros de geografía y la propaganda franquista eran las únicas fuentes, resulta inexplicable en los tiempos que corren.
Los salteños que se proponen buscar trabajo en Europa, deberían saber, entre otras cosas, que los países de la Unión atraviesan una severa crisis que ha modificado de raíz sus políticas de inmigración y que, por ejemplo, acaba de provocar una mini crisis ministerial en España.
Si en el pasado inmediato, los europeos salieron a buscar trabajadores latinoamericanos, hoy sus gobiernos ejecutan políticas de repatriación.
Es probable que la situación actual se modifique en unos años. Y que esos países, agobiados por sus carencias demográficas, vuelvan a buscar argentinos, peruanos, nicaragüenses o ecuatorianos para cubrir los huecos en sus mercados laborales.
Pero aún así, es bueno saber que, salvo excepciones, los puestos de trabajo disponibles volverán a ser aquellos que por sus condiciones rechazan los nativos. Empleos mal retribuidos, muchas veces penosos, y destinados a perecer cuando las crisis lo hagan necesario.
La emigración tiene severos costos individuales, familiares y comunitarios. En muchos casos acarrea también beneficios y facilita la construcción de ciudadanías cosmopolitas.
En cualquier caso, si usted es uno de esos salteños dispuesto a partir en busca de mejores oportunidades, infórmese bien.
Salta 11 de septiembre de 2008
(Para FM Aries)
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