En mi nota de ayer hablé de paz social y de la necesidad de crear un ambiente de estabilidad que favorezca las inversiones productivas.
En ese contexto quisiera hoy referirme al conflicto que paralizó al Ingenio San Martín del Tabacal, legendario emprendimiento asentado en el departamento de Orán.
El Ingenio Tabacal, incluso antes de su puesta en marcha, fue -para unos- símbolo de progreso. Para otros, el emblema de la explotación capitalista.
Por encima de estas discrepancias que parecen haberse atenuado (o que quizá se han trasladado al debate histórico), el Ingenio fue y es una importante fuente de riquezas y de empleos.
A lo largo de su vida, el Ingenio Tabacal registró muchas huelgas, generalmente conducidas por el Sindicato con personería gremial.
Unas veces paraba el personal de fábrica. Otras los trabajadores del surco. Las demandas tenían que ver con los salarios, las condiciones de trabajo, o con las amenazas que para el empleo representaban las nuevas maquinarias.
Es posible que el carácter emblemático del Ingenio y de la familia que lo construyó en plena selva, influyera para agravar algunos conflictos laborales en la segunda mitad del siglo pasado.
Desde hace varios años el Tabacal ha cambiado de dueños.
Han pasado decenas de crisis azucareras, y todo indica que aquel viejo enfrentamiento entre los industriales tucumanos y salto-jujeños (que tan bien pero desde el punto de vista tucumano relata Roberto Pucci en su libro “Historia de la destrucción de una provincia”) ha quedado definitivamente atrás.
Hoy la crisis energética mundial se configura como una fuente de esplendidas oportunidades para las regiones con capacidad para producir azúcar y, desde allí, biocombustibles.
En este sentido, la industria azucarera salteña se encuentra muy bien posicionada. Las dos empresas que actúan en nuestro medio parecen dispuestas a invertir para multiplicar su capacidad productiva. Hay tierras aptas para ampliar el cultivo de caña. Mano de obra suficiente. Y equipos gerenciales aptos para los desafíos globales.
Falta, como no, una política azucarera que, definida con la participación de todos los actores, promueva y facilite el salto productivo otorgando estabilidad regulatoria y fiscal.
Pero, un conflicto laboral que me atrevería a calificar de atípico, mantuvo varios días paralizado al Ingenio Tabacal.
Se trató de una huelga obrera en donde se mezclaron reivindicaciones salariales con cuestiones internas del Sindicato, y que fueron respondidas con un ortodoxo cierre patronal. Ambas medidas, abren interrogantes sobre el corto plazo.
El conflicto, que seguí a través de la prensa, mostró varias facetas:
En primer lugar, la inconveniencia del modelo de sindicato único.
Reveló también el carácter inconducente del asambleísmo, que casi nunca logra resolver constructivamente los problemas de los trabajadores.
En tercer término mostró las limitaciones de una autoridad laboral insuficientemente federalizada y que, dicho esto con todos los respetos, no siempre cuenta con las herramientas idóneas para mediar en conflictos enconados.
Y, como no, la impotencia de un estilo patronal con destellos autoritarios y poco habituado a tratar conflictos con actores sindicales múltiples.
Pese a todo, pienso que los industriales azucareros salteños deberían intentar asociar a sus trabajadores al nuevo proceso abierto en el mercado internacional.
Salta, 9 de septiembre de 2008
(Para FM Aries)
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