En notas anteriores aludí a la Salta rica. A esa Salta que produce alimentos y que se propone ingresar al mercado de los biocombustibles. En ambos casos, al amparo de unos precios que han revalorizado a los productos locales.
Se trata de una riqueza actual y potencial que contrasta sobremanera con nuestros índices de pobreza.
Tras la crisis de credibilidad del INDEC, varios expertos privados se han dado a la tarea de medir los precios, el empleo y las condiciones de vida de los argentinos.
De entre ellos, Ernesto KRITZ es uno de los que cuenta con buenos datos sobre el mercado de trabajo y sobre la situación social de los principales centros urbanos del país.
Debo puntualizar, en honor a la verdad, que la Dirección Provincial de Estadísticas ha logrado preservar su independencia técnica. De modo que en las áreas a su cargo (precios al consumidor, por ejemplo), es posible encontrar indicadores fiables.
Bien es verdad que esas áreas autónomas son pocas (no incluyen el tema de la pobreza), ya que en la mayoría de los casos los encuestadores provinciales están obligados a actuar siguiendo las directrices nacionales.
Esta referencia a las estadísticas es oportuna para mostrar, en un ámbito concreto, las inconveniencias del centralismo que hoy padecemos. Un centralismo que nos priva de conocer, con el detalle, la certeza y la oportunidad imprescindibles, cuál sea nuestra situación socioeconómica en áreas vitales.
Pues bien: Cuando los datos INDEC sobre precios se corrigen –como lo viene haciendo mensualmente el citado Informe KRITZ- para adecuarlos a la realidad, se constata que cerca de 540.000 salteños viven por debajo de la “línea de pobreza”.
Una pobreza que, en muchos casos se ve agravada por la fragilidad de nuestro "estado de bienestar", si así puede llamarse a un conjunto inconexo de prestaciones escasa.
Las últimas cifras revelan que la situación social de Salta ha retrocedido a la que existía hace tres años.
Una rápida mirada a la composición de las familias y a los datos demográficos generales, permite afirmar que la pobreza castiga con especial intensidad a los niños y a las familias monoparentales salteñas.
Frente a esta situación, por cierto, de larga data, los programas sociales lucen insuficientes e ineficaces.
Hay un caso que llama especialmente la atención:
Me refiero al caso de Las Lajitas, en el departamento de Anta, donde coexisten las explotaciones agropecuarias más exitosas y rentables, con elevados índices de pobreza.
Este ejemplo no hace sino ratificar que tenemos un enorme desafío por delante:
Elaborar las ideas y definir las políticas que logren rebajar drásticamente la pobreza y abatir la indigencia, aprovechando la nueva situación surgida a partir del incremento de los precios de nuestra producción petrolera y agropecuaria.
Ambas tareas demandan, a su vez, un fuerte giro federalista.
Salta, 12 de septiembre de 2008
(Para FM Aries)
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